La semana pasada volvió mi amiga Kenia de vacaciones. Te he traído un regalito - me dijo. Te lo doy luego en la cafetería. Y yo, sin poder contener mi emoción, acudí ansiosa a mi cita de mediodía. No, me advirtió. No lo abras aquí en medio de tanta gente. Y entonces supe porqué.
Se trataba de la nueva
copa vaginal para la menstruación de la que tanto me ha hablado. Es ecológica, de silicona, ajustable, reutilizable, no produce el STC (síndrome del choque tóxico) asociado a los tampones, puedes llevarlo hasta 12 horas... En fin, ¡toda una revolución!
Anoche, ni harta ni perezosa, me decidí a probarlo.
Fase A. La operación para ponérmela fue sencilla, pero nunca imaginé que se complicaría tanto la salida.
“Todo lo que entra, sale” me repetía a mí misma hoy a las 5AM, hora a la que me he despertado para hacer el primer intento de retirada en la bañera, por si se armaba una buena zapatiesta... Pero la máxima parecía no cumplirse.
A las 5.30AM y presa de un ataque de pánico llamo a mi amiga.
“¡¡¡que no sale, oye…!!!!”, quien me da las instrucciones pertinentes: posición adecuada, dedos a utilizar, “
truquis” de cliente amateur… Todo consejo en bueno para una
novata como yo. Pero no. Tras numerosos intentos, la copa sigue dentro. Consigo tocarla, pellizcarla, pero no…, nada de nada. No hay manera de sacarla.
Fase B. Casa de amiga, la
usuaria avanzada. Llamo al dispatch, que llega tras una hora de espera, la que paso haciendo sudokus (todos mal, por cierto, pese a que hago trampas y miro la solución) para distraerme y no pensar en lo que llevo dentro. A las 9AM me planto en su puerta. Y ahora es mi amiga la que se pone manos a la obra. La situación es esperpéntica. Nos entra la risa. ¿Río o lloro? ¿Qué hago espatarrada en manos de Kenia? Dios santo, lo que no me pase a mí… De nuevo a la bañera. Con gran pericia, mi amiga se aplica con máxime concentración en la extracción. Consigue moverla. Dejamos la bañera hecha un cisco, pero nada… La
“cosa” sigue dentro y a mi amiga le entran arcadas.
¡¡¡¡¡Me quiero morirrrrrrrrrrrrrrrrrr!!!!!
Fase C.
El profesional. Llamo a mi gran amigo de toda la vida Carlos, al que conocí el viernes.
Necesito el teléfono de Eric, el ginecólogo, ¿me lo puedes dar? le digo con tono airado y el estrés se puede sentir en cada sílaba.
¿Estás bien? – me pregunta.
Sí, tan solo tengo una cosa en el coño (sé que no es "fino", pero es lo que digo)
y necesito que alguien me la saque. Eric duerme a pierna suelta y no responde. Pero Carlos se apiada de mí y viene a buscarme. Al hospital argentino. Tras narrar mi aventura a todo el personal que por ahí se hallaba (les amenicé el día y se morían todos de risa), aparece la doctora. Con ayuda de diversos artilugios y unas pinzas, saca la copa dichosa, que estaba adherida como una ventosa en mi interior.
Aaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhh. Por fin... Me siento liberada. Más liviana.
11AM. La operación ha durado 6 horas, ni un minuto menos. La verdad, después de ésta, lo tengo claro. Adoro los tampones. Fiel hasta que me muera, sea de STC o no.