Leo en el periódico que
los rebeldes libios rechazan el despliegue de cascos azules de la ONU. Metida por motivos profesionales en temas de cooperación y estabilización de países en crisis, la noticia me sacude de pleno.
En la cafetería no se habla de otra cosa. ¿Cuándo se abrirá la misión en Libia? Los rumores se suceden vertiginosamente. Las fuentes son diversas y variadas y en muchas ocasiones, contradictorias. Empiezan los movimientos estratégicos, las alineaciones, los cotilleos, los dimes y diretes, las apuestas… El panorama está que bulle.
Mientras el Consejo de Seguridad desbloquea millones de dólares depositados por el gobierno libio en Reino Unido y Estados Unidos, mientras la OTAN intensifica los ataques en la zona central costera de Libia, mientras se intenta descubrir el paradero desconocido del dictador y aparecen noticias de asesinatos en masa, mientras el país está en las puertas de verse completamente desabastecido y millones de personas han sido desplazadas…, mientras sucede todo esto, siempre hay quien saca ventaja de ello. Están los que, a costa de vender cantidades de armas en los mercados negros de Oriente Próximo, se están forrando los bolsillos.
“A la ocasión la pintan calva”. Y veremos cómo se reparte el botín suculento del petróleo libio.
A niveles distintos y sin necesidad de infligir ningún daño ni cometer ningún atropello al prójimo, el universo laboral de Naciones Unidas se moviliza. Y es que, como cualquier otra empresa, sus integrantes son personas humanas con maridos y mujeres, con hijos, con preocupaciones económicas, con problemas… Dicen que la iglesia no está formada de curas, sino de hombres. Lo mismo las organizaciones humanitarias. Los cooperantes, como los sacerdotes, son personas humanas de carne y hueso, con inquietudes, dudas, preocupaciones, problemas… ¡La de personas que viven a costa de los problemas políticos y la inestabilidad social en otras partes del mundo! – me digo. Cientos de miles: policías, militares, civiles, voluntarios, médicos, locales, becarios… Hay de todo en las viñas del señor. Quiero pensar que, pese al egoísmo personal intrínseco en cada uno de nosotros, los deseos de ayudar al prójimo y hacer del mundo un lugar un poquito mejor prevalecen para muchos. Espero no equivocarme.
Camus dijo una vez
"Cuán duro, cuán amargo es llegar a ser hombre." Supongo que algo de cierto hay en ello.